Día 17: locura

San Vicente de la Barquera

Estoy viviendo dias muy locos sin parar de disfrutar un solo instante del fin de semana. A sabiendas de resultar incomprensible para la mayoría lo que voy a decir, descanso de lunes a viernes, cogiendo fuerzas, para llenarme de felicidad durante sábado y domingo. Ante tal hambruna de conocimiento, complementando el refrán, únicamente entenderá lo que digo quien tenga ganas de comer.

Este fin de semana ha sido increíble. Surgió como consecuencia de un error de lectura, unos pies de hobbit, irrefrenables ganas de pasarlo bien, improvisación total, desconocimiento absoluto entre norte y sur, una apuesta arriesgada que sigue dando frutos hora a hora, y el recuerdo de un lugar venido a la mente desde dios sabe dónde.

El Capricho de Gaudí

A las once de la mañana del sábado, tras cinco horas de conducción, teníamos metidos los pies en el agua de una playa en San Vicente de la Barquera. De ahí en adelante, un sinfín de momentos: paisajes increíbles a cada curva, cocinas cerradas a las cuatro, compra de leche en un supermercado para la vuelta, rojeces provocadas por el sol, aftersun efecto hielo, visita al Capricho de Gaudí, una posada de cuento, fiestas en Comillas, coches de choque, un vino peleón que me hizo perder el sentido, una camiseta negra promocional de cerveza, amanecer entre trinos y olor a café, probar un delicioso bollo caliente de buena mañana, encontrar el coche aparcado la noche anterior creyéndolo robado, playas, cachopo de cecina y queso de cabra, visita express a Santillana del Mar, regreso a casa de madrugada, dormir dos horas y a trabajar con subidón y sonrisa.

Vivir así es de locos pero apasionante. La salida, con sus luces y sombras, fue perfecta. Muchas ganas de volver a repetir.

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