27 agosto de 2021

Me llevó más tiempo regresar del aeropuerto a Alcalá, que de Santiago de Compostela a Madrid. Los indicadores de acceso desde la T4 a las paradas de autobuses de línea, brillan por su ausencia.

Nada más entrar en casa, me fijé en el calendario que hay sobre la mesa. Lo estoy reutilizando, el año pasado fue un año robado que no debería contar en la vida de nadie. Cada mes, sobrescribo los días de la semana. Si es cierto que tenemos un destino final preestablecido, alguien debería estar teniendo mucho trabajo reajustando el futuro de cada uno.

11 agosto de 2021, última fecha que pasé. Anda que no han sucedido cosas desde ese día. Es fácil detener el tiempo sobre el escritorio, basta la ausencia o el olvido. Podría haber adelantado hojas de golpe hasta llegar al presente, en cambio lo hice una a una, ralentizando el pasado, intentando saborearlo de nuevo. Reparé en que estuve dos sábados y dos domingos caminando como si la semana tuviera cinco días, avanzando sin descanso del viernes al lunes.

Einstein predijo que el tiempo se ralentiza cuanto más rápido se viaja. Los astronautas de la Estación Espacial Internacional, tras seis meses orbitando a una velocidad increíble, regresan a La Tierra 0,007 segundos antes. A nivel atómico queda demostrado que se puede ralentizar el tiempo. Si lográramos una velocidad mil veces mayor, hablaríamos de siete segundos ganados al mismísimo dios Cronos. Se podrá recuperar el tiempo, mientras tanto, conformémonos con no perderlo.

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